Decidí escribir este artículo en español porque quiero hacerlo fluir del modo más ligero posible, y además este es un tema sobre el que he reflexionado mucho, durante estos tiempos de distancia social y, principalmente a causa de ellos. Se trata de la queja y la mala prensa que me parece que, injustamente, ésta tiene.
Las redes sociales, esa suerte de gran patio de recreo del universo entero donde todos arrojan sin sentido sus felicidades o tristezas (exageradas o no, de forma correcta o incorrecta, dependerá de cada punto de vista), han fomentado más que nunca que la gente se queje ante algo que ellos consideran injusto o negativo. Y aunque uno esté en acuerdo o desacuerdo, no me parece mal que lo hagan. Y voy más lejos aún: creo que la queja es la base de la democracia.
Fue una sucesión de quejas lo que eventualmente detonó la Revolución Francesa, en tiempos donde quejarse públicamente de las arbitrariedades de la monarquía absoluta resultaba en el encarcelamiento, la tortura o incluso la muerte. Incluso hasta hoy, en países totalitarios, la queja puede llevar eventualmente a este destino o, en menor medida, a la censura e indiferencia de los monopolios mediáticos alineados a una causa, poder económico o político. Pero se supone que la queja debería ser más que apta en democracia, incluso hasta aplaudida esté uno o no de acuerdo con ella. De hecho, por años se le atribuyó a Voltaire, uno de los máximos impulsores de la Revolución Francesa, la frase: "No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo".
Veo con mucha preocupación que en el patio virtual del mundo cada vez que se toca el tema de la pandemia y las restricciones impuestas por ella aparezca algún mensaje del estilo de: "¡Basta de quejas! Peor que quedarte descansando en casa es descansar en paz", en obvia referencia a la orden impuesta por los gobiernos ("Quédate en casa") y la principal frase utilizada para honrar a los difuntos ("Que en paz descanse"). No voy a discutir si el aislamiento es efectivo o no, o si hay que endurecer o aliviar las restricciones, eso ya corresponde a otro tipo de debate, pero sí voy a contradecir hasta el final lo que pretende este mensaje tan autoritario.
En primer lugar: "¡Basta de quejas!"
¿Por qué? En qué clase de mundo totalitario vivimos que la gente no puede usar una plataforma gratuita de comunicación para decir lo que le molesta. ¿No se basa acaso nuestra forma principal de gobierno en ver qué es aquello que descontenta a la gente para corregirlo? Nuestra vida entera, si lo pensamos bien, está basada en quejas. Son precisamente ellas las que nos hacen descartar cosas que no nos gustan y guiarnos -dentro de lo que podamos- hacia lo que más querramos o mejor nos haga. Cuando vamos al colegio y nos quejamos de la clase de Literatura, Matemática, Biología o Química, eso define a futuro la carrera o profesión que vayamos a elegir. Quien se queje de las ecuaciones, seguramente se inclinará más por lo humanístico y hará alguna carrera donde el uso de los números no es tan intenso. Al ingresar a la vida social, nos quejamos de muchos integrantes de las personas con las que debemos compartir el día a día: del compañero que es muy tímido, del compañero que es muy ruidoso, del que es bruto, del que es intelectual... y eso define quienes serán nuestros amigos y aquellos a los que queremos tener más cerca o lejos. Lo mismo sucede a la hora de elegir nuestra compañera de vida: nos quejamos internamente del estilo de chica que no queremos a nuestro lado y hacemos lo posible por acercarnos a alguien que cuadre con nuestro horizonte. Dicho sea de paso, ¿por qué una persona se va a vivir solo en algún momento de su vida? Porque se queja de la rutina de vivir con papá y mamá, o bien sólo con papá o solo con mamá, y quizá algún hermano en el medio. La queja de ver que tus viejos te observan todos tus movimientos y rutina, la queja de acatar reglamentos tácitos nos impulsa, lisa y llanamente, a considerar que debemos empezar una vida independiente en cuanto la economía nos lo permita hacer. En un ámbito laboral, la queja colectiva permite aumentos de sueldo y evita la explotación. En un país, la queja ha terminado con mandatos presidenciales y formas de gobierno que parecían eternas. Incluso he observado que muchos de los que se enojan con los que se quejan de las medidas restrictivas se la han pasado quejándose de Trump o de las injusticias que sufren grupos minoritarios según su religión, etnia u orientación sexual. Nuevamente, no es un tema que pienso discutir acá ni decir si dichas injusticias existen o no, solamente pongo el foco en que nadie, absolutamente nadie, vive una vida sin quejas que se exteriorizan o no.
¿Por qué? En qué clase de mundo totalitario vivimos que la gente no puede usar una plataforma gratuita de comunicación para decir lo que le molesta. ¿No se basa acaso nuestra forma principal de gobierno en ver qué es aquello que descontenta a la gente para corregirlo? Nuestra vida entera, si lo pensamos bien, está basada en quejas. Son precisamente ellas las que nos hacen descartar cosas que no nos gustan y guiarnos -dentro de lo que podamos- hacia lo que más querramos o mejor nos haga. Cuando vamos al colegio y nos quejamos de la clase de Literatura, Matemática, Biología o Química, eso define a futuro la carrera o profesión que vayamos a elegir. Quien se queje de las ecuaciones, seguramente se inclinará más por lo humanístico y hará alguna carrera donde el uso de los números no es tan intenso. Al ingresar a la vida social, nos quejamos de muchos integrantes de las personas con las que debemos compartir el día a día: del compañero que es muy tímido, del compañero que es muy ruidoso, del que es bruto, del que es intelectual... y eso define quienes serán nuestros amigos y aquellos a los que queremos tener más cerca o lejos. Lo mismo sucede a la hora de elegir nuestra compañera de vida: nos quejamos internamente del estilo de chica que no queremos a nuestro lado y hacemos lo posible por acercarnos a alguien que cuadre con nuestro horizonte. Dicho sea de paso, ¿por qué una persona se va a vivir solo en algún momento de su vida? Porque se queja de la rutina de vivir con papá y mamá, o bien sólo con papá o solo con mamá, y quizá algún hermano en el medio. La queja de ver que tus viejos te observan todos tus movimientos y rutina, la queja de acatar reglamentos tácitos nos impulsa, lisa y llanamente, a considerar que debemos empezar una vida independiente en cuanto la economía nos lo permita hacer. En un ámbito laboral, la queja colectiva permite aumentos de sueldo y evita la explotación. En un país, la queja ha terminado con mandatos presidenciales y formas de gobierno que parecían eternas. Incluso he observado que muchos de los que se enojan con los que se quejan de las medidas restrictivas se la han pasado quejándose de Trump o de las injusticias que sufren grupos minoritarios según su religión, etnia u orientación sexual. Nuevamente, no es un tema que pienso discutir acá ni decir si dichas injusticias existen o no, solamente pongo el foco en que nadie, absolutamente nadie, vive una vida sin quejas que se exteriorizan o no.
En segundo lugar: "Peor que quedarte descansar en casa es descansar en paz"
De verdad, ¿cómo lo podemos saber? En los últimos ocho años, sufrí la muerte de mucha gente que quise, y hasta gente que amé. Y también estuve "descansando en casa" mientras buscaba trabajo con resultados infructuosos y la situación económica de mi casa estaba muy mal. De alguna manera, experimenté desde lejos o desde cerca estas dos situaciones que se comparan en el mensaje.
Vayamos al análisis: creo que nadie sabe concretamente cómo es la muerte. Sí, sufrimos mucho cuando algún ser querido se muere y sufrimos cuando nos estamos por morir o podemos morirnos, pero nunca sabemos a ciencia cierta que efectivamente cuando estamos muertos estamos sufriendo. Es la gran incógnita de la humanidad y hay miles de teorías, filosóficas y religiosas, todas ellas muy dispares, desde las que suenan a un recreo espiritual hasta las que afirman que es un simple borrón y cuenta nueva. Como sea, nadie ha afirmado que tras el final de la vida hay efectivamente un continuo sufrimiento que sea peor que la realidad que vivimos en este mundo. Me pregunto si la persona que escribió este mensaje se contactó con Dios y recibió una versión trial de la vida en el más allá, se sintió a disgusto, y luego comparó ambas cosas. Dudo mucho que haya pasado. Ahora bien, yo sólo se que en este tiempo de encierro se sufre mucho por diferentes motivos: abuelos que no pueden ver a sus nietos, gente que no puede irse de vacaciones a otro país, cinéfilos que no pueden ir al cine, maridos que deben tolerar a su esposa sin poder ver a la amante, hijos que deben pasar días enteros con sus padres, incluso cosas más resonantes, como personas que se han quedado sin trabajo o debieron cerrar su local y quedarse sin un centavo. Sé que ese sufrimiento es muy doloroso y no creo que deba ser subestimado, pero sobre la comparación con la muerte no puedo hablar. No sé si es peor o mejor.
Simplemente, me dieron ganas de hacer esta relexión y preservarla para la eternidad. Repito: no hay nada de político en esto, ni nada a favor o en contra de las medidas tomadas por gobiernos, no me vengan con "estás a favor de" o "estás en contra de", o con "la gente se muere" o con que "el virus es una conspiración". No sé cuál es la verdad, no me interesa discutirla acá. Lo único que voy a decirles es, simplemente, que nadie les prohíba quejarse. Y les recomiendo enfáticamente alejarse de ese tipo de personas.
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